miércoles, 21 de marzo de 2012

Un maestro y una figura en ciernes

José de la Tomasa y Eduardo Rebollar.


Ciclo ‘Flamenco Viene del Sur’ - Teatro Cánovas (Málaga) 21/3/12



Uno (José de la Tomasa) es un maestro de este difícil arte en tanto que el otro (Guillermo Cano) demostró, en el malagueño Teatro Cánovas, que es una figura en ciernes. Ambos lograron el aplauso y el reconocimiento de los presentes.

Abrió el recital el onubense con una milonga. Su voz atesora ecos añejos y, además, transmite, con lo que posee los mimbres idóneos para triunfar en este arte. No se olvide que ha ganado destacados galardones a lo largo de su trayectoria, verbigracia, varios premios en el prestigioso Festival de Cante de las Minas de La Unión. Estuvo muy bien secundado, a la guitarra, por Antonio Carrión, un clásico de la vieja escuela que aúna oficio y sentimiento; y por los hermanos trianeros Javi y Ana Mari González, a las palmas.

Alteró el programa previsto al interpretar unas alegrías con mucho compás, ligando los tercios con sapiencia, con el apoyo de la guitarra salinera de Carrión. Pellizcó en la soleá, estuvo excelso en la seguiriya y brillante en los tangos, con guiños a Mairena y a Camarón. Le dedicó a las señoras unos deliciosos cuplés por bulerías, entre ellos, ‘Ay pena, penita, pena’ y, enhiesto, unas sentidas letras taurinas y de temática amorosa. Aún habría de deleitar a los asistentes con unos fandangos muy emotivos, en la despedida. Quizá el único pero a su actuación sea en que se alargó en demasía, si tenemos en cuenta que eran dos los cantaores previstos. Pese a todo, cautivó a los asistentes y dejó un grato recuerdo.

Con José de la Tomasa, no hubo sorpresas, aunque también alteró el programa previsto. Es, como ya he dicho anteriormente, un maestro del cante, y lo refrendó en los seis palos que abordó. Por malagueñas, como hiciera hace unos meses, en el ciclo ‘Flamenco en el Picasso’, le dedicó una letra a la tierra que pisaba: “Málaga, uvitas dulces…”, que remató con el clásico abandolao. Al toque, otro clásico de la vieja escuela, Eduardo Rebollar, que se compenetra a la perfección con el cantaor sevillano.

En la soleá, recordó que “hay quien tiene boca para decirla y quien no”. A él le sobran facultades, conocimiento y transmisión. Ofreció unos fandangos (“el teléfono del pueblo”) muy sentidos, también con letras propias, y estuvo inmenso en las seguiriyas (“el himno oficial de mi familia –es hijo de Pies Plomo y sobrino-nieto de Manuel Torre-; cante con telarañas”). Prosiguió por bulerías, que introdujo con esta bella frase: “El que nace cantaor lleva un caballo en las venas y espinas en el corazón”.

Da gusto ver a dos artistas con la sonrisa satisfecha (se nota que disfrutan sobre el escenario) por ofrecer cante y toque bien hechos. Curiosamente, para la despedida, De la Tomasa se decantó por un martinete, cante a palo seco, en lugar de un palo festero. Genio y figura...



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