sábado, 24 de marzo de 2012

Poveda apabulla en el estreno de 'ArteSano'

Poveda, con José Quevedo 'Bolita', a la guitarra.


Cante: Miguel Poveda. Guitarra: Manuel Parrilla, José Quevedo 'Bolita' y Jesús Guerrero. Compás: Luis Cantarote, Carlos Grilo y El Londro. Percusión: Perico Navarro y Antonio Coronel. Baile: La Lupi. Lugar: Auditórium Club de Málaga. Fecha: Sábado, 24 de marzo. Aforo: Lleno.



Miguel Poveda se ha ganado a pulso el primer puesto del escalafón flamenco y, como hiciera en su día José Mercé, logró llevar su arte a las masas con su anterior disco, ‘Coplas del querer’, con el que alcanzó el disco de platino. Pero, él, no se olvide, es ante todo flamenco, y así lo demostró en el Auditórium Club de Málaga, en la presentación de su nuevo álbum, ‘ArteSano’, que, curiosamente, verá la luz tres días después, el 27 de marzo.

Siempre he mantenido que los grandes de la música en general, y del flamenco en particular, se suelen rodear de los mejores. Y Poveda no es una excepción. Acudió a la cita con tres palmeros (entre ellos, el cantaor El Londro), tres guitarristas (que se alternaban en el escenario) y dos percusionistas. Hizo un recorrido por los cantes recogidos en 'ArteSano': tientos de Pastora, muy sentidos; fandangos por soleá, una exquisitez en la que pellizcó, con los palmeros marcando el compás con los nudillos, a la antigua usanza; soleá apolá, con hondura y letra propia; malagueñas de La Peñaranda, con una salida muy sentida y aplaudida, que remató con un fandango de Lucena...

En las alegrías, con imágenes marinas de fondo, se incorpora La Lupi, bailaora local, maestra de Rocío Molina, que maneja con maestría la bata de cola. Conforman una de las instantáneas de la noche. Derroche de arte, que continuó con el ritmo bailable, festero y contagioso de Qué disparate, bulerías de Cádiz que constituyen el primer single de su nuevo disco, en el que colabora su maestro Rancapino.

Así seguirá alternando momentos luminosos con otros sombríos, como la minera que le dedica a Pencho Cros, también con letra propia. La versión de La ruiseñora (por bulerías), de Rafael de León, es tan flamenca que resulta difícil no emocionarse. Poveda se toma un mínimo descanso para que La Lupi baile con castañuelas unos verdiales incluidos en su espectáculo 'Yo, conmigo misma', rodeada de palmeros y violín. Vuelve, con Parrilla a la guitarra, por seguiriyas a luz de las velas dibujadas en el escenario. Es capaz de emocionar a los presentes (se muestra portentoso al rematar la cabal) pese al ruido generado por el trasiego de personas que, al fondo, van y vienen a la barra y a los servicios.

En los tangos del Titi, con la imagen del puente de Triana de fondo, La Lupi vuelve por sus fueros, rotunda, genuina, elegante, con pataíta de él incluida. Ofrece, acto seguido, unas sevillanas tremendamente flamencas, con letra de Isidro Muñoz, en la que La Lupi exhibe destellos de su arte. También las alegrías (Serafino), que ha grabado en el disco con Paco de Lucía, las firma Muñoz. Las define como “muy sanluqueñas” y las interpreta con la frescura de lo nuevo, junto a Manuel Parrilla y Jesús Guerrero, que también son extraordinarios guitarristas. Con las bulerías de Jerez, se alcanza el momento cumbre, pataíta final incluida. Emoción y compás a raudales.

De la fiesta a la quietud de la nana, con el braceo de La Lupi desde una silla a la que vuelve al final de la pieza. Una delicia. Se permite la licencia de felicitar cantando a una fan y se marca otra pataíta, que precede a unos cuplés por bulerías en los que La Lupi ofrece otra pincelada de su arte. En un momento dado, cede el testigo del cante a El Londro para darle la réplica a la bailaora malagueña.

Por último, propone un trato al respetable, consistente en “cantar hasta que desfallezca”, a cambio de no atender sus requerimientos tras el concierto. Hay que recordar que es su primera actuación tras el reciente fallecimiento de su padre. Así y todo, completó las dos horas de recital con Esos cuatro capotes, A ciegas (con el público, que abarrotaba el recinto, totalmente entregado) y Alfileres de colores, con un guiño a Málaga, como guinda. Por ello, no exagero si digo que apabulló.


miércoles, 21 de marzo de 2012

Un maestro y una figura en ciernes

José de la Tomasa y Eduardo Rebollar.


Ciclo ‘Flamenco Viene del Sur’ - Teatro Cánovas (Málaga) 21/3/12



Uno (José de la Tomasa) es un maestro de este difícil arte en tanto que el otro (Guillermo Cano) demostró, en el malagueño Teatro Cánovas, que es una figura en ciernes. Ambos lograron el aplauso y el reconocimiento de los presentes.

Abrió el recital el onubense con una milonga. Su voz atesora ecos añejos y, además, transmite, con lo que posee los mimbres idóneos para triunfar en este arte. No se olvide que ha ganado destacados galardones a lo largo de su trayectoria, verbigracia, varios premios en el prestigioso Festival de Cante de las Minas de La Unión. Estuvo muy bien secundado, a la guitarra, por Antonio Carrión, un clásico de la vieja escuela que aúna oficio y sentimiento; y por los hermanos trianeros Javi y Ana Mari González, a las palmas.

Alteró el programa previsto al interpretar unas alegrías con mucho compás, ligando los tercios con sapiencia, con el apoyo de la guitarra salinera de Carrión. Pellizcó en la soleá, estuvo excelso en la seguiriya y brillante en los tangos, con guiños a Mairena y a Camarón. Le dedicó a las señoras unos deliciosos cuplés por bulerías, entre ellos, ‘Ay pena, penita, pena’ y, enhiesto, unas sentidas letras taurinas y de temática amorosa. Aún habría de deleitar a los asistentes con unos fandangos muy emotivos, en la despedida. Quizá el único pero a su actuación sea en que se alargó en demasía, si tenemos en cuenta que eran dos los cantaores previstos. Pese a todo, cautivó a los asistentes y dejó un grato recuerdo.

Con José de la Tomasa, no hubo sorpresas, aunque también alteró el programa previsto. Es, como ya he dicho anteriormente, un maestro del cante, y lo refrendó en los seis palos que abordó. Por malagueñas, como hiciera hace unos meses, en el ciclo ‘Flamenco en el Picasso’, le dedicó una letra a la tierra que pisaba: “Málaga, uvitas dulces…”, que remató con el clásico abandolao. Al toque, otro clásico de la vieja escuela, Eduardo Rebollar, que se compenetra a la perfección con el cantaor sevillano.

En la soleá, recordó que “hay quien tiene boca para decirla y quien no”. A él le sobran facultades, conocimiento y transmisión. Ofreció unos fandangos (“el teléfono del pueblo”) muy sentidos, también con letras propias, y estuvo inmenso en las seguiriyas (“el himno oficial de mi familia –es hijo de Pies Plomo y sobrino-nieto de Manuel Torre-; cante con telarañas”). Prosiguió por bulerías, que introdujo con esta bella frase: “El que nace cantaor lleva un caballo en las venas y espinas en el corazón”.

Da gusto ver a dos artistas con la sonrisa satisfecha (se nota que disfrutan sobre el escenario) por ofrecer cante y toque bien hechos. Curiosamente, para la despedida, De la Tomasa se decantó por un martinete, cante a palo seco, en lugar de un palo festero. Genio y figura...



viernes, 16 de marzo de 2012

Niño de Pura, portentoso y exquisito

Foto: J. L. Gutiérrez - Museo Picasso Málaga

III Ciclo 'Flamenco en el Picasso' - Málaga. 16/3/2012


Fernando Iwasaki, director de la Fundación Cristina Heeren de Sevilla, presentó el acto, el cuarto del ciclo 'Flamenco en el Picasso', dedicado esta temporada al humor y al juego, que introdujo bajo el epígrafe 'Danié er travieso', en referencia a la forma de tocar de Daniel Navarro, Niño de Pura para el flamenco, que definió como "traviesa", por saltarse, en ocasiones, las reglas del juego. Puso como ejemplo que la solemnidad de la seguiriya se puede subvertir en una cabal con aires de guajira. De Pura, también profesor en la prestigiosa fundación, fue niño prodigio y con tan sólo doce años, "lo mandaron a trabajar disfrutando o jugar trabajando, con Manolo Sanlúcar".

Con la sola compañía de su guitarra, deleitó al respetable con una bellísima pieza por tarantas, con la que demostró su solvencia como concertista. Es, además, un extraordinario guitarrista de acompañamiento, como pudimos comprobar en la pasada edición del ciclo 'Flamenco viene del Sur', en el malagueño Teatro Cánovas, en que le tocó a Churumbaque Hijo. No se olvide que también acompañó, otrora, a Juanito Valderrama y, actualmente, a Pansequito y a Aurora Vargas.

En las alegrías, que dedicó al público, se incorpora el resto del cuadro (Agustín Henke, al cajón; Pura, su hija, al cante; y su esposa, al compás). Es un virtuoso que siente el toque en lo más profundo de su alma. Tiene, por tanto, un absoluto dominio de la técnica, no exento de emoción. Es Pura una jovencísima cantaora con pellizco, que apunta maneras de estupenda intérprete en ciernes; un diamante por pulir, una grata sorpresa, un feliz descubrimiento.

Por guajiras, se luce con una bella composición propia, fija en su repertorio en directo. Prosigue por granaína y media granaína, en la que arropa con la guitarra el cante de su prometedora hija, que sorprende gratamente en la media.

Cuando arrostra las bulerías, el ritmo se vuelve vertiginoso; un auténtico prodigio, sin olvidar el gusto por la melodía y los matices. Portentoso, hiperrítmico y exquisito.

Se despidió con unos enjundiosos fandangos de Huelva, que también son fijos en sus recitales, momento que aprovechó para presentar, entre bromas, a sus acompañantes: su mujer ("Tiene mucho compás"), su hija ("Va a ser una buena cantaora") y el citado Henke.

Ante el caluroso aplauso de los asistentes, ofreció unos abandolaos, en una gran exhibición final. Espectacular. El público, rendido a sus pies, acabó puesto en pie.

viernes, 2 de marzo de 2012

Arcángel, tradición y vanguardia



Ciclo ‘Andalucía, territorio flamenco’ - Marbella (Málaga) 2/3/12


La segunda cita del ciclo marbellí ‘Andalucía, territorio flamenco’ era con uno de los primeros espadas del cante actual, el onubense Arcángel, que ofreció, como viene siendo habitual en los últimos tiempos, un recital ortodoxo, respetuoso con la tradición, aunque a veces alargue los tercios a voluntad y le dé su sello a determinados cantes. Hay que mencionar, eso sí, una novedad con respecto a otras ocasiones. Tras despedirse con una fuerte ovación del público, regresó al escenario para ofrecer un número final vanguardista, al más puro estilo Morente. Con un artilugio que le permitía grabar los sonidos que generaba, registró el compás con las palmas y el cajón, así como los coros que luego utilizaba para acompañarse a sí mismo, logrando una bella y mágica composición, que lastimaba, por carceleras y zambra (La Salvaora).

Abrió por malagueñas del Mellizo, en un guiño a la tierra que pisaba, con pellizco y perfectamente secundado, al toque, por el gran Miguel Ángel Cortés, soberbio, sutil, clásico y contemporáneo, como el onubense. Las remató con los clásicos abandolaos (entre ellos, una bellísima rondeña), en otra exhibición vocal, con la que arrancó aplausos antes de terminar.

Se mostró cadencioso, como nos tiene acostumbrados, en la soleá apolá y muy sentido en los fandangos naturales (en homenaje a Camarón y a Caracol), que fueron muy aplaudidos.

Sobresaliente Cortés en la seguiriya, entre los olés de la concurrencia. Quejío amargo, sonidos negros del flamenco. Momento culmen. Monumento a la seguiriya en homenaje a los clásicos. A quienes lo critican por buscar nuevos caminos, en esta ocasión, ofreció pureza y ortodoxia.

Un solo de guitarra por cantiñas, con los palmeros (Antonio y Manuel Saavedra, 'Los Mellis') y la percusión (Agustín Diassera), precedió a otro de los homenajes al ronco del Albaicín. Sin la sonanta, rodeado por palmeros y percusionista, todos enhiestos, Arcángel aborda unas bulerías a capella, a la morentiana usanza. Bello y sentido momento, que remata con La bien pagá, con la que se metió al público en el bolsillo.

Excelso en los tangos, ofreció unas alegrías, como en él es costumbre, casi susurradas, con la guitarra a modo de bajo, buena prueba de que para cantar bien no hace falta gritar. Belleza y mucho compás. El onubense, amén de ser una primera figura del cante actual, se está convirtiendo en un clásico a su edad. Muy aplaudido, aún no había saludado y aprovechó para reivindicar el papel del flamenco en el mundo actual. Se despidió por fandangos de su tierra, con Toronjo en el recuerdo.