martes, 28 de febrero de 2012

La Moneta, torbellino de emociones




Ciclo ‘Andalucía, territorio flamenco’ - Marbella (Málaga) 28/2/12


Abría el ciclo ‘Andalucía, territorio flamenco’, creado en la localidad malagueña de Marbella en torno al día de esta comunidad autónoma, con vocación de permanencia en el calendario jondo. Y para ello, presentaba un espectáculo (‘Extremo jondo’) exento de banalidades, cuyo formato no puede ser más flamenco: cantaor (David ‘El Galli’), guitarrista (Luis Mariano), percusión (Miguel ‘El Cheyenne’) y bailaora (La Moneta). Curiosamente, la granadina cede el protagonismo en este espectáculo al cante, si bien, como ella misma ha afirmado en alguna ocasión, lo baila casi todo y ¡de qué manera!

Abrió El Galli, cantaor con enjundia, por soleá, en una breve introducción, con todos en pie, efectiva y efectista. A continuación, abordó con pellizco la caña. La Moneta maneja el mantón con suma soltura y elegancia. Es una bailaora de raza, temperamental y con mucha personalidad. Su baile destila pureza y contemporaneidad a un tiempo; formas nuevas con el máximo respeto a la tradición. No en vano el formato no puede ser más flamenco, como ya he comentado anteriormente. Pese a su juventud, ha alcanzado un alto grado de madurez en la expresión de su baile, lleno de matices.

Por alegrías, sobrada de compás, es un torbellino. Pasa del cero, punta tacón, al infinito, remolino de emociones, en cuestión de segundos. Se muestra impetuosa, vehemente, genial. Los palos se suceden sin pausa, con el cante como protagonista. Turno para los abandolaos (entre ellos, cómo no, el fandango de Frasquito Yerbabuena) con el que alcanza un momento álgido, muy lucido.

Luis Mariano, estupendo guitarrista, virtuoso que transmite, se luce por Levante. La Moneta baila despacio. Momento intimista y de singular belleza, en el que el tiempo parece detenerse. Tras una bellísima falseta, El Galli canta con profundidad y sentimiento, mientras la granadina se cambia. Vuelve por bulerías y ¡con qué flamencura! No se puede bailar más gitano. Para, templa y manda, como el mismísimo Belmonte.

En las seguiriyas, cantaor y bailaora frente a frente y un escalofrío. El Galli canta ahora por tientos y, en la transición a los tangos, se incorpora La Moneta, que hace un monumento con este palo (especialmente en la variante de su tierra), una de sus señas de identidad. Ha conquistado al público, que aplaude enhiesto. El espectáculo se nos ha pasado en un suspiro. Hay ganas de más, aunque, como diría Gracián, “lo bueno, si breve, dos veces bueno”.





viernes, 24 de febrero de 2012

Teatro flamenco con humor y buen gusto



Compañía: Choni & Cía Flamenca. Baile: Asunción Pérez 'Choni'. Actor: Juanjo Macías. Cante: Alicia Acuña. Guitarra: Raúl Cantizano. Lugar: Teatro de Las Lagunas (Mijas). Fecha: 24 de febrero. Aforo: Dos tercios.




Tuve ocasión de ver, recientemente, a Choni & Cia Flamenca en el auditorio del Museo Picasso de Málaga, con un espectáculo ('Flamenco tratado') inspirado en el que nos ocupa ('La gloria de mi mare'), si bien fue una versión reducida y adaptada. En este caso, se trata de una obra teatral con el baile y el humor como elementos centrales, ambientada en la época de los cafés cantantes.

De entrada, suena la copla La niña de puerta oscura. La madre de la artista (Juanjo Macías) hace playback mientras la hija (Choni) se viste al trasluz. Tiene, por tanto, más peso lo teatral; verbigracia, la protagonista se viste y desviste en el escenario.

Por guajiras, la bailaora sevillana ha cambiado el abanico que utilizaba en el Picasso por un quitasol. Se muestra cándida, con gracia y donaire. En las seguiriyas, con bata de cola y castañuelas, se muestra profunda y sentida. La solemnidad propia de este palo se ve alterada por la irrupción en escena de la madre. Entre carcajadas, uno se estremece con el pellizco de Alicia Acuña. Apoteósico remate por bulerías.

Macías hace guiños humorísticos a algunos críticos flamencos o de danza, caso de Marta Carrasco (ABC) y Manuel Bohórquez (El Correo de Andalucía), y a compañeros de profesión de Choni, como Rubén Olmo.

Choni, ataviada con mantón, baila con solvencia la caña. Domina la técnica, tiene arte y transmite. En las bulerías, le aplauden cada desplante. Macías permite, con su monólogo, que el cuadro flamenco se tome un descanso y, acto seguido, interpreta unos tanguillos con Raúl Cantizano a la guitarra.

Vuelve Choni, descalza, para la zambra. En este caso, a diferencia de en el Picasso, más flamenca, menos exótica. Suena preciosa La niña de fuego en la voz de Acuña, con Caracol en el recuerdo y Cantizano, a la guitarra, siempre eficaz, y con vis cómica. Acuña, ahora de pie, se convierte, por unos momentos, en la protagonista. Llena el escenario con su bata de cola y derrocha arte y salero, pero entra en escena Choni, también con este traje de flamenca, y se produce un duelo por alegrías. La madre, contrapunto humorístico, también aparece con bata de cola.

Seguidamente, Macías canta unas sevillanas corraleras. Y de la comedia, al drama. Acuña entona una copla por el fallecimiento de la madre de la artista, en la que destaca su estupenda modulación de voz, con la que te encoge el corazón. Choni & Cia Flamenca  demuestran que el teatro y el flamenco no sólo no están reñidos sino que casan a la perfección, siempre que se haga con talento y buen gusto, como es el caso.

domingo, 12 de febrero de 2012

La pureza y elegancia de Antonio El Pipa

Daniel Pérez - Teatro Cervantes


Antonio El Pipa
es una de las grandes figuras del baile flamenco actual, algo constatable en cualquiera de sus espectáculos, como el que presentó en el malagueño Teatro Cervantes, Danzacalí, con el que cosechó un largo y calurosísimo aplauso final.

El jerezano, apegado a la tradición, rindió homenaje a los gitanos con una propuesta un tanto edulcorada, si bien nada pretenciosa, en la que su principal virtud reside en la aparente sencillez. Hace fácil lo difícil, algo propio de los grandes de cualquier disciplina.

Ataviado como un bandolero, arrostra la rondeña. Pureza y elegancia. Sus apariciones en escena se alternan con números de baile de su jovencísima compañía, con dos subalternos que prometen, Isaac Tovar y Macarena Ramírez. Ella baila por alegrías con mucha personalidad, pese a su corta edad. Ora pujante, ora contenida, según lo requiera la situación.

Por tientos-tangos, El Pipa se rodea de dos cantaores veteranos en el cante pa trás, Mara Rey, de voz recia y quejumbrosa, y Morenito de Íllora, con una voz flamenquísima. El del barrio Santiago se recrea en una de sus señas de identidad, el braceo, y arranca aplausos en cada desplante. Rey apunta los tangos de La Repompa, en un claro guiño a los aficionados malagueños. Emocionante y bello momento en el que El Pipa y Mara Rey se funden en uno.

De nuevo en escena, Tovar y Ramírez bailan una farruca, un paso a dos que inician desde el suelo, en una composición de gran belleza y sensualidad, con la luna como fondo. El ritmo del espectáculo es ágil, lo cual es un acierto, ya que el espectador no se aburre en ningún momento.

Mara Rey, con voz telúrica y desgarrada, entona una plegaria jonda. El Pipa le da la réplica con duende. Hacen creer al descreído. Sigue la temática religiosa y la compañía, con castañuelas, interpreta un villancico.

Llega el momento más solemne de la actuación. Morenito de Íllora canta por martinetes, con El Pipa en una silla. Momento estremecedor y de gran profundidad. Sólo hay que tener sangre en las venas para sentir un escalofrío. Acto seguido, baila, con mucho sentimiento y hondura, mientras le marcan el compás con cuatro bastones. En la seguiriya, el quejío abisal de Morenito se encuentra con la inspiración de El Pipa. Momento álgido, de gran emoción y belleza.     

La compañía baila por tangos, algo descafeinados, al tratarse de música enlatada. Pero, llegan las bulerías, con sabor a Jerez y su punto de humor, no en vano teatralizan la detención de unos carteristas y hasta los policías acaban dándose una pataíta

Por soleá, El Pipa se recrea, majestuoso, apenas hace uso del zapateado y marca el compás con los dedos. Morenito y el jerezano vuelven a confluir, con la emoción a flor de piel. Es un baile elegante y con matices, emocionado y emocionante, al filo del escenario, lugar en el que reclama la presencia de Morenito. Momento culmen.

Curiosamente, elige para la despedida la alboreá, palo asociado a las bodas gitanas. Los novios, sus subalternos, se visten en el escenario y protagonizan, a continuación, un fin de fiesta por bulerías. Largo y calurosísimo aplauso final, recompensado con un bis por bulerías.


viernes, 3 de febrero de 2012

Baile con arte y humor... mucho humor

Foto: J. L. Gutiérrez - Museo Picasso Málaga

III Ciclo 'Flamenco en el Picasso' - Málaga. 3/2/2012

El espectáculo que ofreció Asunción Pérez 'Choni' y su compañía flamenca (Alicia Acuña, al cante; Raúl Cantizano, al toque; y Juanjo Macías, como contrapunto humorístico), el pasado viernes en el auditorio del Museo Picasso de Málaga, tuvo como elemento central el baile, pero aderezado con grandes dosis de humor.

Fernando Iwasaki introdujo el acto dando lectura a un breve relato alegórico, humorístico y futurista sobre el arte y cante tibetano (léase flamenco). En esa línea, el humor estuvo presente desde el principio, personalizado fundamentalmente en la figura de Juanjo Macías, en el rol de Gloria Jiménez, madre de la artista, Choni (Estrella Jiménez en la obra), a quien presenta y ensalza, al tiempo que diserta sobre el flamenco, no en vano el evento se presentaba bajo el epígrafe 'Tratado flamenco'.

Choni, abanico en ristre, baila la guajira con gracia y donaire. Prima el braceo grácil y el juego del abanico. La guitarra de Cantizano suena cristalina. La voz de Acuña es muy flamenca, con ecos profundos. En el zapateado, Choni disfruta y se gusta. Todos actúan (como actores) a la par que interpretan (como músicos). Una delicia.

Ataviada con mantón, la bailaora sevillana arrostra la caña y le da la réplica con su baile, cargado de profundidad y matices, a una interpretación muy sentida de Acuña. El público acaba entregado cuando el ritmo se vuelve frenético, ante los desplantes de la bailaora. Juanjo Macías sigue aportando la nota de humor. Su exposición acerca de la historia del baile la ilustra Choni, ahora con bata de cola y castañuelas. Pese a la indudable dificultad que entraña este traje, lo maneja con soltura y maestría, siguiendo los cánones de la escuela sevillana de baile.

Suena hiriente la seguiriya en la voz de la cantaora sevillana. Choni deleita al respetable con momentos de especial jondura. Incluso en este palo tan solemne están bien traídas las dosis de humor de Macías. Lo que parecía una despedida por bulerías deviene en que la bailaora cambia su indumentaria por otra más exótica para interpretar la zambra, en un claro homenaje a Manolo Caracol. De hecho, Acuña canta La niña de fuego. Choni despliega toda su sensualidad en un baile cargado de elementos orientales.

En el adiós, número final en recuerdo al añorado
Carlos Cano y su entrañable Verigüés fandango,  con el que el granadino recurrió al spanglish y a referentes musicales como los Stones. Todos con gafas de sol, Juanjo Macías como intérprete y el resto, como banda, con platillos, castañuelas y guitarra. El público, puesto en pie, aplaudía agradecido por haber pasado un rato muy agradable.